Visión de Potenciales soluciones a futuro
- Santiago Federico del Castillo
- 30 oct
- 4 Min. de lectura

Para superar el rezago en digitalización y asegurar la relevancia futura de las fianzas, es necesaria una estrategia integral. A continuación, se plantean algunas recomendaciones y visiones a futuro:
Transformación digital acelerada: Las afianzadoras deben adoptar una mentalidad fintech. Esto implica digitalizar de extremo a extremo el proceso de emisión y administración de pólizas – desde la solicitud y cotización en línea, hasta la emisión instantánea de la fianza en formato electrónico y la gestión de reclamaciones vía plataformas digitales. Inversiones en infraestructura tecnológica (nubes seguras, sistemas core modernos) y en experiencia de usuario permitirán que contratar una fianza sea tan sencillo como contratar un seguro de auto en línea. El beneficio esperado es doble: reducción de costos operativos y una mayor agilidad para atender la demanda, lo que podría traducirse en un incremento en volumen de negocios especialmente en segmentos hoy desatendidos (pequeños comercios, personas físicas que requieren alguna garantía, etc.).
Innovación en productos y segmentos: Explorar nuevas áreas donde las fianzas puedan aportar valor. Por ejemplo, desarrollar micro-fianzas para respaldar transacciones de menor monto pero alta frecuencia (quizá ligadas al comercio electrónico B2B), o fianzas especializadas en sectores emergentes como energías renovables, economías colaborativas, entre otros. Asimismo, impulsar la educación del mercado: muchas Pymes desconocen que pueden usar fianzas para garantizar rentas, arrendamientos de maquinaria, contratos privados, etc. Una mayor difusión de los beneficios de las fianzas –por parte de afianzadoras, AMIG y autoridades– ampliará la base de clientes potenciales. En este sentido, la simplificación de lenguaje y procesos es clave: contratos más claros, menos burocracia en trámites de reclamo, y quizás la creación de un score afianzador (similar a un credit scoring) que agilite la evaluación del fiado.
Colaboración público-privada: Continuar y ampliar iniciativas como la de Nafin-AMIG. Un esquema permanente de garantías recíprocas podría establecerse para que instituciones financieras de desarrollo (Nafin, Bancomext) compartan riesgo con las afianzadoras en proyectos prioritarios, facilitando que estas emitan más fianzas con menor exigencia de contragarantías a las empresas. Adicionalmente, la regulación podría flexibilizar ciertos requerimientos capitales para líneas de negocio innovadoras en fianzas (como fianzas digitales masivas de bajo monto), siempre manteniendo la solvencia. La CNSF, SHCP y Banxico pueden jugar un papel habilitador, ajustando normas para que las afianzadoras puedan invertir en tecnología sin trabas y promoviendo estándares de interoperabilidad (por ejemplo, un registro centralizado de fianzas electrónicas que todas las dependencias gubernamentales consulten, evitando papeleo redundante).
Combate al fraude y fortalecimiento institucional: Un obstáculo histórico han sido las fianzas falsas o emitidas por entidades no autorizadas. La solución pasa por el uso de tecnología (como la blockchain mencionada) y por robustecer las medidas de supervisión. Un registro público y en línea de todas las fianzas vigentes emitidas por afianzadoras autorizadas permitiría a cualquier beneficiario verificar al instante si su póliza es legítima. Esto aumentaría la confianza en el sistema afianzador. Por otro lado, mantener la solvencia financiera de las afianzadoras es crucial: las autoridades deberán vigilar que las empresas cuenten con reservas suficientes para responder por los siniestros, sobre todo si crece el volumen de negocio. Afortunadamente, la CNSF reportó que el sector mantiene indicadores de solvencia sólidos al periodo 2018–2024[26], lo cual sienta bases firmes para crecer.
Mirando hacia el futuro, ¿cuál es la visión estratégica para las fianzas en México? En el mejor escenario, dentro de unos años tendremos un sector afianzador más dinámico, completamente integrado a la era digital. Imaginemos plataformas donde una empresa pueda, al ganar un contrato, obtener su fianza al instante con unos clics; o que un algoritmo evalúe miles de parámetros para determinar condiciones óptimas, haciendo el proceso más justo y rápido. Las fianzas podrían expandirse a nuevas capas de la economía, apoyando proyectos de emprendedores, garantizando financiamiento participativo (crowdfunding), e incluso integrándose con seguros tradicionales para ofrecer coberturas híbridas. Todo ello redundaría en un mercado de fianzas más grande y accesible, que posiblemente elevaría su contribución más allá del 2% actual del sector asegurador.
El beneficio de lograr estas mejoras no es menor: un sector afianzador fortalecido y modernizado implica más inversiones y proyectos viables, ya que elimina incertidumbre y facilita que empresas pequeñas y grandes compitan en igualdad de circunstancias (sabiendo que siempre habrá una garantía de por medio). También implica mayor protección financiera para el Estado y particulares, reduciendo pérdidas por incumplimientos. Finalmente, una industria de fianzas innovadora posicionaría a México a la vanguardia en Latinoamérica, atrayendo incluso interés de reaseguradores y capital extranjero especializado en garantías.
Para finalizar, de nada sirve al mercado tener dos agrupaciones gremiales distintas. El pleito tradicional que ha existido en el sector ha derivado en que existan dos asociaciones conviviendo en el sector desde finales de 1980 hasta hoy en día (con breves periodos de unificación). Hoy la Asociación Mexicana de Instituciones de Garantías convive con la Oficina de Vinculación de Garantías. Dos asociaciones gremiales que difieren en visión y misión a pesar de tener la misma meta y que divide al mercado. NADA BUENO PUEDE SALIR DE ESTA DIVISIÓN, ni a nivel legislativo, ni a nivel innovación, ni en la economía del país.
En conclusión, las fianzas en México se encuentran en la encrucijada entre la tradición y la transformación digital. Son instrumentos centenarios que han probado su valía para respaldar el desarrollo económico del país, pero enfrentan el reto impostergable de adaptarse al siglo XXI. Identificar el problema (rezago tecnológico, procesos lentos, baja participación de mercado) es el primer paso; la solución apunta a la adopción tecnológica, la colaboración y la innovación; y el beneficio será un sector afianzador más eficiente, inclusivo y sólido, capaz de seguir cumpliendo su misión esencial: garantizar el cumplimiento y generar confianza en la economía mexicana[2].









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